MI DECLIVE EN EL ATLETISMO Y EL FINAL DE MI CARRERA DEPORTIVA

 

Al año siguiente de la universiada nacional, dejé de ponerle interés al deporte. Caí en una monotonía y un ciclo sin fin, me empecé a aburrir y ya no quería ir a los entrenamientos. Sentía que algo ya no estaba bien, por lo que simplemente dejé de asistir a las sesiones de entrenamiento, menos a una que marcó el inicio de algo triste.

Era semana de chequeo en el equipo, previo a la semana de los ahora llamados Juegos Nacionales CONADE (a los cuales clasifiqué en el relevo femenil de 4x100 metros). Asistimos a la pista Centenario en Cuernavaca, Morelos donde todo el equipo de nivel competitivo asistió. Ese día recuerdo que llegué tarde debido a un accidente en la carretera, por lo que no tuve tiempo de calentar junto con todo el equipo, y lo mas que pude realizar antes de hacer mis pruebas fue un pequeño trote de 5 minuto, unos cuantos ejercicios de estiramiento y corrí a integrarme a lo que estaba haciendo el equipo en esos momentos. A mi entrenador no le importó que no haya calentado debidamente, y sin más me mandó a realizar mis pruebas que ese día era realizar 20 metros 60 metros y 100 metros. Las primeras dos pruebas transcurrieron sin complicación, y tuve que esperarme unos minutos ya que el entrenador iba a checar la carrera de 1500 metros de mis demás compañeros, por lo que me enfrié más de lo que ya estaba esa mañana.

Momento exacto de la tragedia
Sin más me paré en la línea de salida, donde me acompañaba un compañero de equipo que también iba a realizar la prueba a la par conmigo para “jalarme” (acelerarme e impulsarme a dar más). Sinceramente no sé de donde me salió tanto poder y velocidad pues rompí mi récord personal y el del equipo corriendo los 100 metros, marcando en el cronómetro 12 segundos con 27 centésimas (MUY rápido, ni siquiera en competencia había marcado ese tiempo, ni un poco cerca).

Todo era una competencia entre mi amigo y yo, pues yo no quería que se alejara de mí y él no quería que yo le ganara. Como podemos observar en las fotos, íbamos codo a codo, de manera que me cobró caro y esta foto es la captura del momento exacto en el que sentí el tirón en mi pierna izquierda más horrible que haya experimentado. Por puro orgullo seguí corriendo, ignorando por completo el dolor, llegando a la meta y desplomándome en el suelo ya que no podía apoyar la pierna en el piso.

Mi entrenador no me creyó cuando le dije que posiblemente me había desgarrado el músculo, tomándome de exagerada y comenzando a darme un masaje en la pierna creyendo que era un simple tirón o un calambre. Gritaba y lloraba del dolor a tal grado de que lo pateaba para que se alejara de mí, pero no lo hacía, hasta que en un momento accedió y me soltó. Seguía sin poder apoyar la pierna por completo, por lo que decidí retirarme del lugar e ir en ese mismo momento a un fisioterapeuta para recibir apoyo ya que no podía darme el lujo de dejar la lesión pues la semana siguiente era el evento nacional y el relevo necesitaba de mí. En efecto, era una lesión de segundo grado en las fibras musculares, afortunadamente no era un desgarre por completo.


Ese evento marcó el declive de mi carrera en el atletismo, y por obvias razones nunca volví a correr de la misma manera y comencé a enfocarme en otros asuntos más importantes que el deporte. Mi entrenador ya no me daba el mismo apoyo y atención, también era difícil ver como mis compañeras de equipo iban progresando en cada entrenamiento y yo no podía ni terminar una serie de repeticiones porque el dolor no me dejaba correr…simplemente todo se derrumbó y fue así como un día desperté decidida a renunciar al deporte, darle fin a una etapa que por más de 7 años tomó lugar y cariño grandísimo en mi vida.


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