Siempre me he considerado una persona introvertida, de manera que me cuesta hacer amigos, en cuanto a yo buscar a alguien y decirle: oye, ¿quieres ser mi amigo? Platiquemos. Lo raro es que también, desde que soy pequeña, los amigos se acercan a mi y me adoptan en su grupo de más amigo (esa es mi manera de socializar).
Ahora bien, en el atletismo es un tanto complicado conectar con otras personas ya que es un deporte sumamente competitivo e individualista: si fracasas es por tu culpa y de nadie más, si ganas es tu mérito y para nadie más, etc. Siendo esto la entrada a muchas hipocresías y deslealtades en amistades que pude observar a lo largo de mi carrera.
Por fortuna, mi equipo (bueno, ahora exequipo) si algo lo
caracteriza es la tremenda hermandad y amistad que los une. Éramos una familia,
para mi era mi segunda familia. Las mujeres de ese entonces me hacían sentir
como si fuer a su hermana pequeña, al igual los hombres, muy protectores con
todas las niñas. El mismo entrenador me consideraba su propia hija, porque
casualmente su hija que en ese tiempo era una bebé, se parecía mucho a mí,
físicamente y en su modo de actuar.
En competencias y viajes es donde yo he
conocido a la gente que hasta el día de hoy los sigo considerando mis amigos.
Algunos ya han desertado del deporte y otros siguen avanzando, otros ya
terminaron sus carreras universitarias y ya trabajan, etc. Por supuesto que
sigo teniendo contacto con ellos y son personas que he visto crecer en todas
sus áreas y que hoy, triunfan en lo que hacen y yo apoyo su trabajo.