Yo era una pequeña y escuálida niña de 11 años que le pidió a
su mamá que la llevara a practicar algún deporte. De entre todas las opciones el
que más llamó mi atención fue ese deporte que solo consistía en darle vueltas y
vueltas a un ovalo de color naranja. Parecía una tarea sencilla así que me
inscribí en un equipo sin saber lo que me esperaría.
Era día de chequeo en el equipo así que el
entrenador me dijo que hiciera tolo que los demás hacían y obedeciera órdenes.
Así lo hice, seguí el calentamiento y todos los ejercicios, hasta que tocó
correr verdaderamente en la pista. Recuerdo que empezamos con una recta
completa (son 100 metros planos), me sentía muy veloz y confiada, todo bien. Lo
que no sabia es que la ultima prueba era de resistencia, es decir, aguantar las
vueltas posibles, en específico mil metros (son dos vueltas y media a la
pista), no duré ni la vuelta completa, sentía que me desmayaba e iba a vomitar.
La otra entrenadora me vio sufrir tanto que me detuvo y me dijo que ya había
sido mucho por el día de hoy que maña podía regresar y que ahora si
entrenaríamos formalmente. En definitiva, yo ya no quería regresar, discutí con
mi mamá y ella me animó a seguir. Si regresé al día siguiente.
Para mi suerte yo era la única niña del equipo con 11 años
por lo que no tenía con quien medirme al entrenar, así que tocaba seguir a los
más grandes (obviamente esto me ayudó muchísimo a crecer como atleta). No es
por alardear, pero yo era la favorita de mis entrenadores ya que veían
muchísimo talento en mi y que, a tan corta edad, tenía una velocidad demasiado
nata. Así siguieron los días, luego semanas hasta que se convirtieron en meses
donde se veía una clara evolución en mi técnica y fuerza al correr, destacando
en casi todas las pruebas que tiene el deporte.
El día que marcó mi vida para siempre fue mi primera
competencia oficial siendo parte del equipo y pudiendo avanzar a etapas más
avanzadas. Fue una competencia de 300 metros planos, los cuales gané, siendo la
competidora más joven de la categoría femenil. Eso me dio el impulso y me abrió
los ojos al gran futuro que me esperaba por delante.